El sábado fue un día bastante denso, así que no pude añadir la entrada. ¡Ya habéis podido ver que la agenda es apretada! Preparáos porque es LAAAAAAARGA.
Quedamos para salir a las 10 desde el hotel, en dirección hacia Fushimi Inari. ¿Y qué es Fushimi Inari? Es un santuario conocido por poseer cientos, si no miles de tooris. Si te pones a contarlos te pierdes. Los tooris representan el paso del mundo terrenal al mundo trascendente.
Quedamos con Kuni y Yuri en el mismo hotel, Miho se nos uniría en la estación de tren. Tomamos el metro-tren hasta allí (es como el topo, dentro de la ciudad va bajo tierra, luego ya sube a la superficie). Lo primero es mirar lo que te cuesta el billete hasta tu destino (según distancia varía), y luego atiendes a las máquinas. Te venden el ticket automáticamente; metes el importe (da cambios) y seleccionas el ticket que quieres. Algunas máquinas tienen una pantallita un tanto cutre en la que aparecen unos dibujos de una señorita inclinándose y agradeciéndote que compraras el billete. Pues eso, lo mismo que en muchos sitios esto de la venta del billete, con los giros característicos que encuentras por Japón.
Miho nos vio enseguida, y juntos tomamos el tren hacia Fushimi Inari.
¡Ya estamos todos!
Desde la estación, tenemos que recorrer unas callejuelas hasta el santuario. Hay mucho souvenir y puestos con comida. Los souvenirs más propios de la zona son tooris de diferentes tamaños y zorros (kitsune, que son aquí y en muchos sitios de Japón motivo de veneración). Con el Festival de Gion al caer, también abundan los manekineko y los daruma, que ya comenté en la entrada anterior.
Un puesto de comida, entre muchos.
El sábado, algunos colegiales tienen clase, pero otros tienen suerte y se vienen a ver el santuario.
El sol estaba casi vertical. ¡Mirad lo corta que es mi sombra!
Antes de entrar, ¡a purificarse! En casi todos los templos lo encuentras. Hay carteles explicativos de cómo hay que proceder con los cazos y el agua.
Y aquí la entrada al santuario. Imponente, con zorros custodiándola. Dentro hay muchos más.
Una vez dentro hemos podido ver algunos rituales de exorcismo y purificación, que tras consultar con Kuni he decidido no fotografiar por respeto. Pero era curioso ver la danza de una mujer al son de unos tambores y una flauta. Sostenía una especie de cascabel múltiple en la mano, que hacía sonar de vez en cuando, siempre en consonancia con la música, de ritmo pausado. Nos hemos quedado un buen rato observándolo, pues el evento envolvía todo con una atmósfera mística hipnotizante.
Adentrándonos en el santuario, hemos llegado a la zona de los muchísimos tooris seguidos. Se introducían de lleno en el bosque, lo que era genial pues bajaba la temperatura muchísimo y se estaba a gusto.
Entrada a la zona. Las "vallas" con cinta roja y blanca no es que estuvieran de obras (que sí que estaba reformándose un edificio, pero no tiene nada que ver), sino que durante el Festival de Gion lo usan para colgar luces e iluminar durante la noche. Comentamos que sería mejor un color más discreto, pero bueno, como sabéis aquí no es que haya mucha sobriedad en el diseño. Aunque no sigo, porque para gustos, los colores.
El camino lleva hasta casi lo alto de una montaña, y en algunos sitios hay muchos toori juntos.
Más kitsune. Todos los de este templo tienen una mirada fiera.
Túnel de toori.
A media altura había una zona de (más) souvenirs. Y entre eso, había uno de esos objetos cargados de superstición que se encuentran en Japón. Muchísimos souvenirs son como amuletos para conseguir deseos del tipo salud, seguridad, riqueza etc. Este objeto era algo parecido:
Como nos han explicado los asistentes, se supone que debes formular un deseo y levantar la piedra con forma de huevo. Si te parece ligera, ese deseo se cumplirá, si no, te fastidias. Así que ya estáis haciendo pesas antes de venir aquí. Personalmente, me pareció ligera, ¿será que estoy fuerte o que se cumplirá mi deseo? El tiempo lo dirá.
Seguimos hacia adelante. Entramos en una zona que parece casi abandonada, porque en medio del bosque hay pequeños altares. No sé si dije en su momento que los bichos aquí son grandes... vimos una avispa inmensa, ¡nunca había visto algo semejante! Diría que era casi como un dedo gordo. Huímos del bicho como pudimos. Supongo que sólo estaba curioseando, pero imponía... ¡y mucho!
Altares del bosque.
Enseguida llegamos a otra zona de souvenirs, frente a un estanque lleno de carpas, zapateros y alguna que otra tortuga pequeña.
Aquí ya decidimos que teníamos que darnos la vuelta, pues se nos hacía tarde para la siguiente visita, y había que comer antes. Me hubiera gustado ir hasta arriba. Compramos una botella de algún bebedizo en la máquina expendedora y nos volvimos abajo. Por cierto, aquí era especialmente cara la bebida, por eso del lugar.
Una vez abajo, comimos en frente de la estación de tren. Tardaron un poquito en servir, pero el plato de spaghetti que pedimos unos cuantos nos sentó de maravilla. ¡Con cuchara y tenedor! Había que dar ejemplo de como se usan estas cosas, así que con mucha delicadeza usamos ambos cubiertos para enrollar la pasta.
La siguiente parada, el Kiyomizu-dera, del que ya hablé en una de mis primeras entradas. De camino tuvimos que parar un momento en un puesto con granizados y refrigerios varios, porque el calor apretaba. Probamos una especie de hielo picado sobre el que se echaba un sirope de sabor. Probamos el de té verde y fresa. El primero estaba rico, aunque el segundo era demasiado dulce (como ya dije, si en Japón algo es dulce, es MUY dulce). Además, aprovechar el aire acondicionado no tiene precio.
Ya allí, vimos que estaba plagado de gente, aunque conseguí una instantánea con muy poca gente, no sé ni como:
Aquí ya no había bosque de por medio, sólo alrededor, así que la temperatura era muy cálida. Hay muchos pabellones. El principal está sobre unos andamios de madera antiguos, pero gruesos y resistentes (más les vale).
Las fotos que he sacado de cara al este no merecen mucho la pena, porque el sol se las carga. La única foto pasable hacia el este sería esta en la que se ve un poco la ciudad detrás del bosque:
Tal vez podáis ver la Torre de Kyoto, que está junto a la estación de tren.
Bajando junto a los andamios, llegamos a otro lugar donde purificarse:
Había una buena cola.
Ya de aquí salimos del complejo, hacia las calles que lo rodean. Llenas de gente, de tiendas de souvenirs y de puestos de comida. Es la tónica de estas zonas turísticas. Nos paramos en un puesto de helados y otras cosas, donde Miho y Yuri pidieron un helado de Soja. Un sabor curioso. Miho tuvo la feliz idea de salir fuera, con lo que el helado empezó a derretírsele ipso facto y tuvo que pelearse con él un rato hasta terminarlo.
Las calles estaban abarrotadas:
En muchos sitios ponen a la entrada una representación de la comida que encontrarás dentro. Supongo que son de plástico, pero están muy conseguidos y son fieles al producto. ¡A los que no dominamos el japonés nos viene genial a la hora de elegir el plato! Muchas cartas tienen imágenes, cosa que agradezco mucho.
Bajando, vimos unas geishas (falsas) en un carro, tirado por un tío. ¡Vaya hacha! Con el calor que hacía y tirando carros. Desde aquí mi más sincero reconocimiento. No tengo yo la foto porque mi móvil no tiene zoom (no era plan acercarse a 2 metros). Pero saqué alguna imagen yo mismo con otra cámara (con zoom), sólo tengo que pedírselas a un compañero. Se fueron enseguida, así que una foto ya fue bastante.
Y casi abajo, al volver a la zona urbana de Kyoto... ¡un guardia civil!
¿Os he asustado? Ya me ha pasado más de una vez, que me he sorprendido por el color del uniforme que llevan. De lejos dan el pego. Los funcionarios que se ven en Kyoto llevan indumentarias muy variadas, aún no sé cuál es la función de cada uno. Lo que sí he visto es que la mayoría son gente mayor, en el límite de edad de trabajo. Supongo que tiene que ver con el respeto que se tiene a la gente de edad avanzada.
De vuelta a la zona urbana de Kyoto, teníamos que volver al hotel. Ya va siendo hora de lavar la ropa, que con lo que se suda aquí, las camisetas no duran ni dos días. No muy lejos del hotel hay una lavandería que funciona con monedas, así que fuimos ahí.
Las mismas lavadoras te lavan y te secan. 1000 yenes es el programa completo a tope de carga (hay opción de menos carga, que cuestan 900 y 800 yenes). Además existe la opción de sólo lavar o sólo secar.
Mientras se lavaban las cosas, hemos ido a cenar. Queríamos ir cerca del hotel, para volver en cuanto terminara la lavadora, pero Kuni quería que fuéramos con él a ver a un amigo en la zona centro, donde iríamos a cenar. Cuando ya estamos a poco de llegar, el amigo dice que tiene que irse, así que nos hemos acercado al centro para nada. Al menos, el sitio al que nos ha llevado Kuni estaba muy bien.
Hemos cenado rápidamente y hemos vuelto a la lavandería (algunos estaban nerviosos con eso de que estaba la ropa ahí sola). Eran casi las 11, la última hora de autobuses. De chiripa hemos pillado el último y hemos llegado hasta las lavadoras. La ropa sana y salva, por supuesto.
Aunque personalmente no me ha gustado nada el resultado. El secado ha sido deficiente, y lo que es peor, mis camisetas huelen a sudor como si no se hubieran lavado. Voy a tener que dejarlas en el hotel, aunque me cueste más, o aventurarme con otra lavandería, ya veremos.
Es sábado, tocaba irse por ahí. Rosario (una de nuestras compañeras de Salamanca), esperaba a un amigo suyo, Takao. Él ha sido el encargado de guiarnos por Kyoto.
Hemos tomado un taxi hasta el centro, lo que nos ha costado unos 1300 yenes en total. No es carísimo, si vamos varios, claro.
Hemos entrado a una zona de juegos. ¡Menudo sitio! Teníamos de todo: bolos, billar, dardos, recreativas, karaoke y más cosas.
Lo primero ha sido echar unos bolos. ¡Tenía ganas, hacía tiempo que no jugaba! Con alguna que otra cerveza encima, mi nivel ha sido más bien mediocre, pero nos lo hemos pasado muy bien. Takao es un fenómeno y ha superado los 200 puntos en la segunda partida.
Ha sido curioso cómo en cierto momento (no miré la hora, pero tal vez eran casi las 2), uno de los dependientes del lugar, ha cambiado las luces, en plan discoteca, ha puesto música rollo tecno cañero y se ha puesto a decir un montón de cosas he entendido a medias. Creo que quería conseguir que todas las calles de bolos tiraran a la vez, o eso me ha parecido.
¡Uh! ¿De verdad esto es una bolera?
En cuanto hemos hecho esa tirada múltiple, todo ha vuelto a la normalidad. ¡Ha sido como un lapsus de 3 minutos!
Después, nos ha dado por diversificar. La mayoría se ha decantado por los dardos, mientras que a Miguel y a mí nos ha dado por el billar. No sé si era por el cansancio, la cerveza o simplemente por ser unos paquetes, ¡pero nos ha costado hacer las dos partidas una eternidad!
Pero en serio, Miguel es un profesional en esto del billar.
Mirad, contemplad la recreativa que hemos encontrado: ¡una de tambores! Es como el Guitar Hero pero con tambores ¿Y sabéis qué canciones tenía? ¡Muchas de anime japonés!
Tengo los vídeos de la partida entre Efra y Miguel. Suenan las canciones de Cha-la-Head-Cha-la (Dragon Ball Z), la primera intro de Doraemon, y la última intro de One Piece. Por 100 yenes echabas 3 partidas, ¡un lujo!
Si queréis los vídeos me comentáis y os los envío sin falta.
Para terminar, hemos ido a una máquina muy japonesa. ¡Una fotomatón gigante con editor de fotografías! En todo momento, sonaba una musiquita electrónica cañera, y una voz chillona de estas que ponen las chicas para estas cosas, dándote indicaciones. Hemos pasado muy buen rato sacándonos algunas fotos de grupo poniendo caretos graciosos, y luego editándolas para quitarnos lo poco de dignidad que nos pudiera quedar.
¿Qué hay dentro?
¡Esto!
Editando las fotos, ¡hay muchas opciones!
Hemos explorado un momentín las salas que había por ahí: no sólo había karaoke, sino que también había salas con teles grandes para ver pelis (como hacerlo en tu casa) y mesas con juegos raros de compatibilidad entre parejas y cosas de esas.
Y sin darnos cuenta, se nos ha hecho de día. A las 5 ya casi se veían los rayos de sol:
Las calles están casi vacías, ¡algo insólito! Eso sí, los taxis no paran.
Estábamos con hambre, así que nos ha dado por tomar un desayuno... ¡en un McDonald's! Resulta que aquí abren 24h. No es que tuvieran mucho surtido, pero el zumo de naranja y el pastel de manzana nos ha sentado la mar de bien (aunque el aceite estaba recicladísimo, porque el pastel sabía a patata por fuera).
Los autobuses no empezaban hasta las 7, así que para volver al hotel nos hemos ido al tren, que sale más barato que el taxi (150 yenes). Hemos vuelto con muchas ganas de echarnos a descansar.
El domingo ha empezado para nosotros a las 14:30, cuando hemos salido a comer cerquita una de esas bandejas con un poco de todo:
No hemos perdido mucho tiempo comiendo, porque queríamos visitar el templo Sanjusangendo (y este tipo de sitios cierran a las 17h). De hecho, hemos llegado con muy poco tiempo para verlo. No dejaban hacer fotos del interior, pero bueno, aunque sea os remito a una imagen de la wikipedia para haceros una idea:
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/en/c/ca/Sanjusangendo_statues_kyoto.JPG
Que quede claro que esta foto no la he hecho yo.
Había muchísimas estatuas de Kannon (1000), todas con el mismo esquema: muchos brazos, en posición de meditación... pero no eran réplicas: la cara, la orientación de los brazos etc. cambiaba ligeramente. Delante de ellos había estatuas de deidades budistas. ¡Daba la sensación de que iban a moverse de un momento a otro! Muchas tenían expresión fiera, al contrario que los Kannon. En el centro del recinto había una estatua grande de buda, flanqueado por otras deidades armadas. De verdad, nos hubiera gustado poder estar más tiempo aquí, pero a las 17h han hecho sonar un bong varias veces en señal de que cerraban. Me gustaría volver y leer todas las explicaciones, pero la entrada era de las más caras que he visto hasta ahora (600 yenes).
De ahí, hemos salido hacia la estación de tren de Kyoto, uno de los edificios más modernos de la ciudad. Parece casi un aeropuerto. De hecho, es más grande que muchos aeropuertos. En la entrada nos encontramos con Atom (Astro boy). Resulta que están con algún tipo de exposición de personajes de manga de Kyoto:
Esto es grande.
¡Y alto!
Aunque en frente hay algo más alto.
Pero nosotros tenemos jardín en la cima. Happy terrace la llaman.
Entretanto, Kuni se ha acercado y nos ha guiado a un megastore de electrónica. Con lo tarde que es y nos llevan a este sitio ahora. ¡Podríamos estar aquí años! Efra ha ido a mirar precios de los diccionarios electrónicos. Ya los hemos usado y hemos visto que son muy prácticos.
¡No os perdáis!
Televisiones, cámaras, videojuegos y demás trastos alimentados por electricidad, ¡venid a mí! El repertorio era variadísimo. Kuni se ha entretenido tocando alguno de los pianos que había. Nosotros hemos estado embobados un largo rato con los videojuegos y DVDs de anime que había por ahí. Los DVDs eran caros, la verdad, aunque los juegos de la Wii por ejemplo eran baratos, menos de 7000 yenes la mayoría. Lo mismo ocurría con los de la Play. Los de la XBox360 eran más carillos, rondando los 8000.
Había más cachivaches para las consolas como no había visto nunca. Había consolas viejas de exposición, las míticas Famicom y Superfamicom, entre otras.
Las ranas alienígenas que vienen a invadirnos en DVD.
La colección definitiva de Dragon Ball.
Un poster enmarcado de Dragon Ball y One Piece. Ya me gustaría tenerlo.
Tengo muchas más fotos de esto, un vídeo también. Miguel también tiene, a ver si le pregunto la dirección de su blog que él también hace algo como esto.
Se nos ha pasado el tiempo volando. Hemos salido y nos hemos encontrado que era de noche. Y claro, cambia el panorama:
Antes de volver al hotel, nos hemos acercado al hall donde estaban las figuras del anime de Kyoto. Estaba casi todo cerrado, pero mi foto con Atom no me la quita nadie:
Mirad lo que ha dado de sí el anime de esta ciudad. Es antiguo, pero ha creado precedente, ¿o no?
Al salir de aquí, hemos tomado rápidamente el bus que nos llevaba de vuelta al hotel. ¡Apenas hemos podido despedirnos de Kuni! ごめんなさい、くにさん! ¡Perdona, Kuni!
Como no habíamos descansado mucho, nos ha dado por quedarnos en la habitación a picar algo antes de dormir. Ya va siendo hora de despedir este fin de semana, que ha cundido bastante, ¿verdad?
¡Hasta la próxima! Que tengáis un buen comienzo de semana.
domingo, 6 de julio de 2008
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3 comentarios:
Hola xabi
Has visto la pelicula "memorias de una geisha"?En una de las secuencias mas bonitas aparecen los tooris que habeis visitado.Que sigas disfrutando de tu estancia.Agur
Hola!
He vuelto! Esto si que es un post y lo demas tonterias!!!!
Acabo de llegar a Leon y me he leido todo del tiron, mi padre esta puteado por llevar tanto tiempo,,jajaja.
Me he reido mogollon con lo de tu desayuno, ya encuentras frutos secos de todas las variedades?????
jajajaja
A ver si estos dias en leon te leo mas constante.
Sí, he visto la película de Memorias de una Geisha, pero hasta ayer no sabía que ese era el lugar de rodaje de alguna escena. Tendré que verla de nuevo.
Y hombre, lo del desayuno... a decir verdad, desayuno bastante menos, porque aquí se come a las 12 en vez de a las 2.
Luego, gracias a los que hacéis comentarios. Muchos dicen que leen, pero luego no dejan nada puesto.
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