domingo, 27 de julio de 2008

¡Qué poco queda!

Ya falta menos para volver. ¡Parece que llevemos una eternidad aquí! Eso es que hemos aprovechado el tiempo.

Os resumo brevemente lo que hemos hecho hoy:

Hemos visitado un polideportivo donde casualmente estaban examinando (creo) a un montón (UN MONTÓN) de chavales en la disciplina de kendo. El polideportivo en cuestión era el Budokan. ¡Todo un templo de los deportes nacionales japoneses!

Luego, una visita de rigor en Tokyo es Akihabara, el barrio tecnológico-friki por excelencia. Aquí hemos estado toda la tarde, viendo aparatos electrónicos de lo más variopinto, souvenirs, figuras de manga y anime, camisetas... ¡verlo entero cuesta un montón!

He colgado la entrada del viernes de la semana anterior. El penúltimo día del programa de la universidad. Pero hay mucho más.

Ah, y un último "detalle". Al parecer, desde el lunes el personal de Lufthansa comenzará una huelga indefinida, que afectará a los aeropuertos alemanes. O sea, que aunque no me quede tirado en Narita, es probable que salir de Frankfurt sea complicado. Ya veremos cómo se resuelve esto.

¡Cuidaos todos!

viernes, 25 de julio de 2008

Penúltimo día del programa

Viernes 18 de julio:

Este día ha sido muy interesante, he hecho muchas cosas. ¡Casi me quejo de que el día tenga tan pocas horas!

Aunque el comienzo ha sido de rutina: clase con la "abuelita" Uchida. De nuevo, nos han cambiado de clase en el último momento. La "nuestra" estaba ocupada por otros estudiantes extranjeros... ¿qué harían allí? Al parecer, es posible estar como estudiante de intercambio un año entero. Me pregunto cómo será Kyoto cuando no hace este calor húmedo... ¡me han dicho que incluso nieva en invierno! Ahora mismo parece increíble.

Bueno, al tema. En clase, Uchida nos ha estado guiando para escribir una postal de despedida y agradecimiento a la familia de acogida. Además, ha tomado algunas fotos de los alumnos. ¡Es un encanto esta mujer! Entrañable.

Al salir de clase, me llama Mariko Asano, una de las coordinadoras del programa. Resulta que hay otro cambio en la agenda. En vez de tener la orientación para la ceremonia de graduación después de comer, la vamos a tener ahora. Para entonces, se nos han escapado los mexicanos, que ya se han ido a comer. Bueno, no pasa nada, dicen, porque otros compañeros mexicanos iban a acudir. Ya se lo contarán.

Y la verdad que la orientación fue algo sencillo. Nos informaron de la agenda: debíamos estar a las 10:30 en un salón... ¿de conferencias? por llamarlo de algún modo. Con ropa formal (vaya, en esto va a fallar mucha gente, el equipaje que han traído muchos es limitado). Entre las 11:30 y las 12:00 tendría lugar la entrega de documentos de acreditación. ¡Y después el papeo! Para qué negarlo, esa parte para mí es la mejor.

Durante la orientación, también nos entregaron algunos regalos: camiseta y pegatinas, fundamentalmente. Muy detallistas, nos tratan de maravilla (sé que me repito, pero es que de verdad se desviven, y lo mínimo es reconocerles el esfuerzo).

No duró demasiado el acto, así que fuimos enseguida a comer. Hoy... último día que comeré en esta cafetería... ¿qué podría comer? Tenía de todo, llevaba varios días comiendo unos platos chinos que me gustaban, pero igual hay que cambiar. Así que me decanto por algo diferente: sopa de miso y arroz con verduras y curry. Como siempre, muy asequible.

Después de esto, habíamos quedado Kuni (el "hermano" que me acogía en su familia, si recordáis) y Thomas (el otro acogido por Kuni). El plan era tomar el funicular y teleférico a Hiei-zan (monte Hiei), desde donde la panorámica es muy amplia.

La abuela nos dijo a la mañana que no veríamos nada, porque el cielo estaba encapotado. Pero por suerte se despejó a media tarde.

Y de nuevo, Thomas hizo de las suyas. Aprovechó el cambio de planes en la agenda universitaria para irse a otra parte. Así que de nuevo Kuni se disgustó. En fin, toca decirle de nuevo que Thomas es un tipo especial, etc. etc. etc.

A decir verdad, Thomas se perdió una visita que yo disfruté mucho. Primero fuimos en autobús a la zona noreste de Kyoto. De allí tomamos un tren local para acercarnos al funicular. Ya en la zona, estamos rodeados de bosques y ríos. Kuni, muy amable, me invitó al funicular.


Desde el funicular se va apreciando cada vez una vista mejor de Kyoto. Es muy extensa:


Después del funicular hay que montar en otro vehículo, el teleférico. Desde aquí puede verse más lejos, y se aprecia la naturaleza que rodea Kyoto. Parece mentira, pero hay mucho monte bajo casi salvaje.


Nos bajamos del teleférico y Kuni dice que nos apresuremos. Hay que andar un buen trecho hasta el santuario ¡y cierran en muy poco tiempo! Así que en vez de andar, corremos. Con el calor y la humedad se suda que da gusto, y claro, al llegar al santuario nuestra ropa está casi como si la hubiéramos tirado al agua.


¿Por dónde es? Ah, Kuni lo tiene claro. ¡Menos mal! Hay que aprenderse bastantes kanji (ideogramas) para entender estas señalizaciones.

Poco antes de llegar, me encuentro esta escultura, que me gustó mucho:


El trayecto corriendo mereció la pena. Kuni me lleva a estos sitios menos turísticos, donde la gente es más escasa y se disfruta más del entorno.

En el templo del Hiei-zan estaban oficiando algún tipo de ritual, que por supuesto no se permite fotografiar. Había gente asistiendo, vestida al modo empresarial. Kuni, que no lo he comentado, parece muy religioso. Y al término del evento, saluda al monje que dirigía la ceremonia.

El jardín de entrada al templo sí que se me permitía fotografiarlo, y es muy bonito:


Poco después cerraron el templo. Fuimos a tomar algo fresquito, que la sudada fue importante. Y tras el refresco, volvimos atrás a ver algo por lo que yo había mostrado interés a la ida: una de estas campanas enormes que suenan por el impacto de un tronco.


Kuni me propone hacerla sonar. Para ello, dona unos yenes, tirándolos a un "cajón" junto a la campana. Tras eso, me deja intentarlo. Es una experiencia única. Incluso no habíendolo hecho muy fuerte, resuena durante mucho tiempo. La campana vibra intensamente, parece mentira que algo tan grueso y grande pueda vibrar como lo hacía. Lo dicho, toda una experiencia.

Hiei-zan está a medio camino entre Kyoto y Sakamoto, donde vive Kuni (y Thomas y yo provisionalmente). Así que ahora debemos tomar el teleférico de bajada a Sakamoto. Pero antes, no me pierdo las vistas. Había unos prismáticos de esos de pagar y tiempo limitado de visión. Me tuve que conformar con utilizarlos un par de veces. La próxima me traigo mis propios prismáticos. Se podía ver toda la zona del lago Biwa (Biwako), a pesar de la bruma.


¿Véis? No se aprecia el fondo del lago (y no es por la bruma, de verdad que en un día claro tampoco se ve).

Y esta es la zona sur:


Tomamos el vehículo de bajada, y tras caminar un poco llegamos a casa. De aquí salimos a hacer algunas compras para la cena de hoy, que sería la última en la familia de acogida. Kuni propone hacer yakiniku, o carne a la parrilla. Aunque como la parrilla da mucho de sí, también compramos algunas verduras y pescado.

De vuelta en casa, ya era la hora de cenar, y Thomas aún no había vuelto. Afortunadamente, no tardó mucho más, ¡yo me moría de hambre!

Ternera, cordero, cerdo, pescado (no sé cuál, pero delicioso), berenjenas, calabacín, maíz, patata... con salsas para la carne: tipo barbacoa o menta, y vinagre de módena para el pescado. ¡Todo un festín! No me corté a la hora de comer mucho. Me dijeron luego que como comía de todo, podría viajar a cualquier parte del mundo. Aunque claro, les dije que eso de comer bichos por ahora como que no. Ellos opinaban lo mismo.

Al terminar la cena, decidí entregarles los regalos que había traído. 4 txapelas con emblemas relativos a San Sebastián y al País Vasco, para los hombres de la casa. Luego, un abanico con imágenes de San Sebastián para la madre. Y por último, las figuritas de un torero y una bailaora flamenca. Al final eso vende fuera, así que hay que aprovecharlo. Se los di a la abuela: ella no figuraba en la información familiar que me facilitaron, así que no había nada preparado especialmente para ella. Por lo menos tenía ese as en la manga, y le di las figuras.

Los japoneses no suelen abrir los regalos al recibirlos, pero como ellos tienen mucho contacto con los occidentales, lo hicieron en mi presencia. Por mi parte mejor, porque así les explicaba los detalles de los regalos. Al parecer, estaban encantados.

Y después... Kuni propone ir a un onsen, o balneario al estilo japonés. Esa tarde comenté que aún no había ido, pero ya tendría tiempo para ir en la semana siguiente, que no se preocuparan. Pero Kuni prefirió ir hoy mismo a la noche. ¡Pues adelante!

Nos lleva la madre. También vienen los hermanos de Kuni, los "gemelos" (los llaman gemelos, pero no son iguales, creo que son mellizos). Hasta ahora, apenas se habían dejado ver. Son unos chavales bastante callados. Y Thomas, de nuevo, el chaval peculiar. No quiso venir al onsen.

La entrada del onsen era... ¿poco convencional? No sabría decirlo, porque era el primero al que iba. Había un restaurante y tienda de souvenirs. Además, había una minipiscina con pececillos. Ahí introducías los pies para que te los mordisquearan (suavemente, por supuesto). Esto ya lo experimenté varias veces en Alicante, así que no perdí el tiempo en esto. Dejamos la ropa en las taquillas y hala, ¡pa' dentro!

Ah, se me olvida: nos dieron toallas y una especie de pijama, para después.

¿Y qué nos encontramos? Lo primero, varias piscinas con agua. Y en cada piscina, hay un indicador digital de la temperatura del agua. Teníamos de 40-41 (con y sin burbujas), 42 sin burbujas, 37 (poco profunda) y la de 16, la única fría. Además, había zona de banquetas con un grifo de ducha, espejo, champú, gel, espuma para afeitar... ¡podías asearte a fondo! Si pedías, te daban hojas para afeitarte y cepillo de dientes (que por cierto ya tenía la dosis de dentífrico). Lo dicho, si no te limpias es porque no quieres. Teníamos sauna seca (baja humedad y alta temperatura, diferente de la sauna turca). Por último, había una sala separada donde podías pedir que te dieran masajes.

Y no termina aquí. Esto en la parte interior (relativamente pequeña, pero con muchas opciones). Si salías al exterior, tenías otra piscina de 41 grados, una especie de bidones llenos de agua donde te podías meter y además, una... ¿cama de piedra? por donde pasaba una corriente de agua caliente (te tumbabas y el agua caliente sólo tocaba tu espalda). Además, un pequeño chiringuito donde podías pedir bebidas.

Para mí, el agua a 40 grados ya era demasiado. Nunca me han gustado las cosas demasiado calientes. Así que era feliz en la de 37. Los japoneses se meten sin ningún problema en las piscinas calientes. Pero como esta vez probablemente iba a ser la primera y última de este viaje, tenía que intentarlo. Así que me propuse meterme en la caliente un rato antes de irme.

La "cama de piedra" era una gozada. Mirando al cielo nocturno con la espalda calentita. Lo único que las almohadas también eran de piedra... ¡eso ya no sé si es tan bueno!

La sauna... ¿a qué temperatura diríais que estaba? Las pocas que yo había visto antes eran de unos 70ºC, y ya me parecía bastante... pero esto es Japón. ¡Estaba a 90ºC! Respirar casi quemaba. Estuve pocos minutos ahí, y con lo que yo sudo ya os imaginaréis. Salí empapadísimo.

Aunque después del shock térmico, pude probar con éxito la piscina de 40-41 grados. Casi le pillé el gusto. Pero sigue siendo demasiado para mí. Luego, preferí meterme en la de 16ºC. Me fijé que esta no la usaban demasiado.

Tras esto, a asearse bien donde os he comentado antes. Y luego, a probar algunas piscinas más. Para mí terminar con la de 16ºC era la mejor opción, porque aún hacía calor fuera (de noche no refresca).

Pensaba que había terminado esto, ¡pero no! Quedaba una zona desconocida. En el piso de arriba había una enorme sala con muchos sofás cómodos. Tenías ordenadores, televisiones o lectura (manga) junto a esos asientos. Y las máquinas de vending de rigor. Un té fresquito y un poco de tele no vendría mal. Después de todos estos cambios de piscinas y un buen aseo, me sentó de maravilla estar ahí tirado en los asientos.

Pero ya se hacía tarde, era hora de volver. Tomamos el taxi de vuelta y una vez en casa a descansar, que el día siguiente toca ceremonia de graduación.

domingo, 20 de julio de 2008

Festival de Gion

Jueves 17 de julio:

Después de tanto preparativo, el día 17 desfilan las carrozas por la zona centro de Kyoto. Ya hemos subido a una de ellas el día anterior, ¡pero ahora las vamos a ver en movimiento, llenas de gente!

Así que nos hemos levantado como si fuéramos a clase. Desayuno "de los de la abuela", para no decaer en toda la mañana, y rumbo a Kyoto.

La combinación de tren y metro nos lleva a la plaza donde está el ayuntamiento. Ya pasé por ahí una tarde que me quise perder. Es un buen sitio, que ha elegido Kuni. Desde aquí, dice, podremos ver cómo giran las carrozas, que debe de ser algo que merece la pena ver.

Como hemos llegado un poquito tarde, ya han pasado algunas carrozas, ¡pero quedan bastantes por ver!

¡Ahí llega la primera! Está siendo tirada por un montón de gente. Ya se oye la música que tocaban cuando estaban quietos.

Sorprende que, siendo una fiesta, la música parece más bien para una ocasión solemne. ¡Y la gente está callada! Hay mucho que tengo que aprender de este festival. Desde luego, no se parece nada a lo que vimos el día anterior, calles animadas y ambiente festivo (festivo de verdad).

Al llegar al cruce entre calles, toca girar la carroza. Es un proceso que lleva su tiempo. Lo hacen bastante despacio (8 minutos), pero de forma que queda muy bien, me ha gustado mucho.

Primero, suben la carroza a una especie de troncos de bambú para que las ruedas de la carroza (de madera) no sufran por el roce al girar.

Primero el bambú...

Después, los "tiradores" se disponen de forma que están preparados para empezar a hacer fuerza y girar la carroza.

Bien colocados, y preparados.

Y antes de hacer los giros, la música va acelerando poco a poco. La gente de la carroza añade voces para dar más fuerza. En la parte delantera hay dos o cuatro individuos que sostienen abanicos. Son ellos los que más voz ponen, y quienes dirigen el giro.

En un determinado momento, cuando la música lo pide, los dos o cuatro hacen un movimiento al unísono y apuntan con el abanico hacia dónde debe ser girada la carroza. Entonces, los tiradores hacen fuerza y la mueven. El público emite sonidos de asombro, y algunos aplauden. Esto sigue así hasta que la carroza queda totalmente orientada hacia la siguiente calle.

Ya va girando, tirón tras tirón.

La verdad es que es muy bonito ver cómo tiran de la carroza para orientarla. Tengo un video muy largo que contiene todo el proceso. Repito, es muy largo, así que prefiero que me lo pidáis antes que colgarlo, tardaría un rato en subirlo.

Tras ver algunas carrozas más, ya nos ha llegado la hora de comer. Hemos ido a la universidad, porque aunque no teníamos clase, la cafetería estaba abierta.

¿Y después? Yo tenía tiempo libre, pero sólo hasta las 18:30. Quería ir a la clase de kendo, a la de verdad.

Durante ese rato, nos hemos ido a Kawaramachi (sí, otra vez). Allí, a unas compañeras se les ha antojado ir a las dichosas "pericura", como llaman aquí a los fotomatones colectivos donde puedes editar las fotos luego.

Una sala con las pericuras, ¡había un montón!

La música es machacona hasta el límite, y la vocecilla aguda te taladra el tímpano. Una vez vale, pero dos y tres pueden cansar (aunque adelanto que no ha sido la última vez).

Después de eso, yo me he ido de vuelta a la universidad, a kendo. Kuni me la ha liado en el último momento, obligándome a esperarle a que terminara de hablar (quería decirme algo). Total, que lo que me dice es que salga antes de la clase de kendo, porque quiere que vayamos a cenar a un restaurante de tenpura. ¡Y me lo dice en el último momento!

En fin, al menos escribió una nota pidiendo a los de kendo que me dejaran salir antes de tiempo.

Además de que casi llego tarde, les he tenido que explicar que debía irme antes... bajo esas circunstancias, yo no quería entrenar (además, ese cambio súbito de planes me había cabreado un poco). En este caso, yo era de la opción del todo o nada. Quedarme a medias, interrumpir el entrenamiento de los demás porque el señorito se tiene que ir... no, no me gusta eso. He intentado dejarles eso claro.

Aunque finalmente han dicho que no pasaba nada por que me fuera antes. Así que he entrenado un poco. La clase la ha llevado el senpai de 21 años que tiene la musculatura de uno de 30 o más. Se ha trabajado desde la base, mucho ejercicio de pie y desplazamiento.

Finalmente, incluso han parado la clase en el momento de irme. Querían que les dijera algunas palabras... así que les he agradecido su atención (tanta que me abruma), deseándoles lo mejor. Y que por supuesto, he aprendido mucho y que no olvidaré las primeras clases de kendo en Japón.

Tras una ducha rápida (otra vez he acabado como un pitufo por la ropa desteñida), he tomado el taxi hasta la estación de tren de Kyoto, donde está el restaurante de tenpura. Allí, Kuni me ha guiado hasta el lugar.

Allí estaban esperando la abuela y Thomas. ¡Pobre Thomas! Verdura y pescado, que no le gustan... ¡es un problema esto de que no te gusten cosas de comer! Por mi parte, me encantaba. La abuela, como siempre, preguntándome si quería cerveza. Pues hala, una pinta para los dos.

Hum, rico rico.

Estaba todo muy rico, aunque si he de ser sincero, prefiero las verduras fritas que sacan en los restaurantes chinos. Aunque como todo esto, los gustos son algo personal.

De ahí hemos tomado el tren a Sakamoto. La abuela ha visto que tenía los piés "un poquito" fastidiados con eso de andar un par de días con los "geta" (aún estaba vestido con la yukata, en plan tradicional) y el kendo. Por eso, hemos tomado el taxi a casa. Y a dormir, ¡vaya cansancio!

jueves, 17 de julio de 2008

Víspera de Gion

Miércoles 16 de julio:

Como casi cada día, tocaba profundizar un poco en el tema del idioma. La clase del miércoles ha corrido a cargo de la profesora Aoyama. Como ella misma ha explicado, su nombre es muy bonito, pues significa montaña azul.

Había varios temas principales a comentar en la clase. Como nos pidió el profesor Uchida el día anterior, hemos traído unas fotos de la familia para hablar sobre ella. Las experiencias que hemos tenido con ellos, a dónde nos han llevado, qué hemos comido y esas cosas. Ha habido diferencias notables, algunos tienen a los padres más tiempo en casa, les han sacado por ahí en familia a ver Gion... todos se esfuerzan por hacer que los estudiantes se sientan a gusto.

Tras la clase, a comer en libre, como siempre. No nos hemos entretenido mucho, porque teníamos actividad especial: ¡caligrafía! En un aula, el profesor Sawada nos ha estado explicando los tipos de Kanji existentes. ¡Y yo que ya tenía más que suficiente con una sola forma de escribir y entender los Kanji! Al menos, es muy raro ver otros que los estándar, pero ya he visto alguno que otro que no se corresponde con el estilo más usado. Esto puede añadir más dificultad, si cabe, al estudio de los Kanji.

¿Y de qué ha tratado la clase de caligrafía? Básicamente, de hacer borrones, porque nuestro nivel deja mucho que desear. Nos han proporcionado un kit con pinceles de diferentes grosores, tinta y una buena cantidad de papel para practicar.

El objetivo final era el de pintar los Kanji de elección sobre un abanico, que nos lo quedaríamos como regalo. Tras mucho practicar con dos Kanji y ver que no había manera de sacar algo decente, se me ha echado el tiempo encima. He tenido que arriesgar a ver qué sale.
Los Kanji que había elegido son muy simples. Es como un manual de instrucciones. El Kanji de mover y el de viento. Algo así como que si mueves el abanico obtienes el viento. Menuda chorrada, ¿verdad? Alguno ha hecho un dibujo y todo, ¡son unos hachas! Otros han optado por Kanjis como el de la tortuga, que seguro que a los forofos de Dragon Ball les suena. Y un largo etcétera. La tinta no es fácil de quitar... y en una de estas, ya recogiendo, a uno se le ha caído la tinta y ha manchado una mochila... ¡la de Leyre! Se me ha ocurrido pedirle al profesor a ver si podía arreglarlo pintando más sobre la mochila, alguna combinación de Kanjis que pudiera dar la apariencia de que no es manchurrón sino que venía de fábrica.

El profesor ha estado varios minutos pensando y haciendo como que dibujaba sobre la mochila. Al intentarlo de verdad, ha visto que era un poco difícil por la rugosidad del tejido de la mochila. Aunque en fin, ha quedado algo decente, la verdad es que estaba muy difícil de recuperar.
Salgamos de la universidad. ¡Hoy es la víspera del Festival de Gion! De nuevo, calles cortadas, y mucha (mucha, MUCHA) gente. Parte de la calle Shijo cerrada al tráfico, así como muchas otras calles de alrededor.

El ambiente es muy alegre. Todo el mundo se abre paso a través de la enorme masa de gente, en busca de algún puesto de comida, jugar en alguna tómbola (vaya timos), comprar algún recuerdo, subirse a las carrozas que desfilarán en el día siguiente... ¡hay mucho que hacer! En realidad, no es muy diferente a las fiestas de ciudades en las que mucha gente se acerca por el ambiente. Pero como lo que encuentra uno por aquí es diferente es muy divertido.

En una de estas, nos hemos acercado al restaurante en el que está trabajando Yuri. ¡No sabía que era un restaurante de comida española! Tenían vinos y jamón. ¡Cómo aprovechaban el jamón! Había una pata terminada... ¡pero era poco más que un hueso! Ya me figuraba lo que me diría Yuri: que era caro. Eso ya lo sé yo. No probé ni el jamón ni el vino. Un plato de unas cuantas lonchas (cortadas en directo por manos japonesas, y con buen resultado, hay que decir) eran 500 yenes, lo mismo que la copa de vino. Así que mejor abstenerse.

Muy cerca del restaurante estaba una de las carrozas. A Kuni le hacía ilusión que subiéramos arriba. Había que pagar entrada, pero él nos ha invitado a Thomas y a mí. Lo malo era la cola que había. Habremos estado más de 20 minutos. Una vez pudimos subir, vimos cómo era. Dentro de la carroza no había demasiado espacio... ¡al día siguiente habrá un montón de gente aquí arriba tocando su musiquilla! Estarán bastante apretados, esperemos que les vaya bien.

Abajo estaban los demás hartos de esperar (tanto a nosotros como a Miho, que se acoplaba ahora). De aquí... ¿dónde nos vamos? Acabamos de tomarnos una ración de takoyaki (esta vez no me quemé la boca, voy aprendiendo), pero hay ganas de cenar más. Nos fuimos a un restaurante en el que había un poco de todo. Cenamos en familia, muy a gusto.

Y de postre, un "macha furotto". Es un granizado de té verde con helado arriba. Un pelín caro, pero rico rico.

Ya es hora de volver a casa, mañana toca el Festival de Gion, con el desfile de carrozas. Nos dan el día libre, por supuesto. ¡Hay que disfrutarlo!

martes, 15 de julio de 2008

Mucho que hacer, poco tiempo para disfrutar

El martes ha sido un día muy variado. Apenas me he levantado (antes que el lunes, para asegurarnos de no llegar tarde), y tras darme una refrescante ducha, he tomado uno de esos abundantes desayunos de la abuela y hemos salido a la estación. La madre, muy amable, nos acerca en coche. Al decirles adiós, no hay que olvidar decir "ittekimasu". Ella responde con "itterashai".

Hoy sí, hemos llegado a tiempo. Pero Hiroshi ya estaba en clase ajustando el trípode de la cámara con la que grabará la lectura de nuestra pequeña redacción. Hemos hecho un sorteo para ver quién sale antes a leer. Una de nuestras compañeras no ha querido participar, una pena.

Con mayor o menor acierto, hemos ido contando lo que nos ha parecido el viaje a Japón, la familia y otros temas relacionados. Ahora a esperar a que las otras clases hagan lo mismo para preparar el DVD.


Al salir de clase, he hablado un rato con Thomas, que al parecer se ha decantado por irse a Kawaramachi a darse una vuelta con una compañera inglesa. Así que le digo a Kuni que le dejemos en paz y que nos vayamos a otra parte.

La comida es un buen momento para trazar planes. Hemos decidido acompañar a Mariana y Efraín a ver la pagoda de Toji, al sur de Kyoto, porque al parecer el Ginkaku-ji está de obras. Así que nada más terminar de comer nos hemos ido en autobús hasta allá.

El calor apretaba, por lo que nada más entrar nos tomamos un refresco en unos bancos que hay a la entrada. Mientras, hemos podido ver cómo unos monjes (de verdad) andaban en fila india y entraban a un edificio cercano. Estaban un poco lejos, así que no he podido hacerles una foto.

El acceso estaba un poco restringido. No se podía entrar a la pagoda en sí, una pena. Con lo curiosos que me parecen esos edificios. A otros dos edificios que había ahí sí podíamos entrar, pero las fotografías estaban prohibidas en su interior.

¿Y qué había allí? Un poco lo que ya vimos en el templo de Sanjuusangendo: figuras de Buda y otras deidades asociadas. Las estatuas de mayor tamaño de Buda tenían a su vez un montón de otras estatuillas de Budas. Así que ver esa estatua era como una saturación inmediata de Budas que te observaban.

Los jardines merecían un buen paseo. Tenía un lago poco profundo con tortugas, carpas y un animal que según dijo Kuni te podía arrancar un dedo de cuajo. Era como una tortuga, pero su cabeza parecía un lagarto, con mirada reptiliana. Los árboles del parque tenían cartelitos con el nombre de la especie. ¡Así aprendemos un poco de botánica japonesa!

Por último, estuvimos tirados un rato descansado, hacía demasiado calor. Mientras descansábamos, hemos visto como un cuerpo de seguridad adiestraba a unas chicas que parecían ser aprendices de guías turísticos. Les estaban enseñando cómo desenrrollar y utilizar la manguera de agua en caso de incendio. Bueno, pero es que además de eso... ¡tenían cubos de agua ya llenos rodeando todos los edificios! Eso es estar preparado.

De aquí tomamos el bus para volver a la universidad y empezar con nuestras actividades de club. La primera hora de kendo ha sido lo mismo que los otros días: suri-ashi (ejercicio de pies), y técnicas básicas de men, kote y kote-men. Ah, también nos hicieron golpear el do. Sin hacer mucho ya se sudaba demasiado.

Tras terminar, pedí si podía ver el entrenamiento. Me dejaron, pero nada más empezar me invitaron a unirme a ellos. ¡Bien! A ver cómo es esto. Primero, un calentamiento suave (yo ya estaba a punto con la hora anterior). Luego, suburis. Series de 30. No se han entretenido demasiado, y el ritmo ha sido normal. Joge-suburi, zenshin-kotai-shomen, sayu-men y haya-suburi. Tras esto, seiza en fila, a ponerse tare y do. Yo no tenía, así que me quitan el shinai y todo. Y no sé, entiendo como que para mí se ha terminado. Pero tras sentarme en el "banquillo", un senpai me dice si quiero seguir, que me dejan el bogu. Y acepto, claro.

Así que nada, me pongo el tare (con el nombre quitado, claro) y el do. Y a beber un poquito de té. El alumno de menor rango sirve a los de mayor, y así. Debería ser yo quien sirve a todos, pero por ahora no sé cómo funciona y no lo hago yo. Después, a ponerse lo que queda de bogu. Así que ya con el equipo completo, comenzamos con ejercicios: kirikaeshi-men, unas cuantas veces. Técnica de men, kote-men... por ahora no tengo problemas para entender los ejercicios.

Aunque luego sí, he tenido que pedir al que estaba en frente de mí que me lo dijera despacio, porque no lo pillaba. Incluso en un par de ocasiones tuve que pedir esperar a que los demás empezaran para comprenderlo, porque me decían el nombre pero yo no lo entendía. En fin, que en su mayoría eran técnica de anticipación (debana). Aunque las variantes no me quedaban claras y temo haber hecho más de un ejercicio incorrectamente.

De todas formas, los senpai han estado en todo momento muy comprensivos conmigo, y durante el "tiempo del té" han estado interesados por conocerme y tal. Debe de ser raro que un occidental aparezca por ahí y quiera unirse a un entrenamiento. Más aún en un club relativamente modesto de estudiantes universitarios (diría que todos más jóvenes que yo, porque se sorprendieron al decirles mi edad).

No he aguantado hasta el final, por culpa de mi perenne problema con los pies. De nuevo, parte de la piel se ha separado y me ha dejado parte del pie desprotegido. Aunque sólo me he perdido un par de tandas de kirikaeshi-men antes de terminar, me ha dado mucha rabia.

Para terminar, nos quitamos el men y los kotes (siempre respetando los rangos, hasta que el de mayor rango no comienza, tú ni te mueves) y hacemos formación en filas de 3 para los saludos finales.

Y un poquito más de té. Yo, deshidratado, por supuesto. Podía beberme el barril de té entero que aún necesitaría más agua. Hemos seguido charlando un poco después, con mi pobre japonés y su pobre inglés. Pero no ha habido demasiado problema para entendernos. La mayoría llevaban en esto más de 6 años, siendo más jóvenes que yo. ¡Qué envidia!

Por lo pronto, parece que podré unirme a ellos de nuevo el jueves, si mi pie me deja (aunque tenga que ponerme un metro de esparadrapo). ¡A ver qué tal se me da entonces!

Tras dar gracias repetidas, veces, saludar y despedirme, me he ido a la ducha para quitarme el look de pitufo. Pero... ¡me he dejado el jabón en casa! Pues nada, cenaré como un pitufo. ¡Qué de tinte sueltan las prendas! Me he encontrado con Kuni, Miami (su amiga) y Thomas en la universidad, y de ahí hemos tomado el tren hasta Kawaramachi. Los autobuses no te acercan hasta allá porque las calles están cortadas.

El ambiente festivo ya está instaladísimo en la zona. Mucha gente (repito, mucha gente) vestida con Yukata (como un kimono de verano, fresquito). Las carrozas (quietas, por ahora), están llenas de gente vestida de una manera tradicional, tocando música de la fiesta (aunque es muy solemne, por el tinte religioso, supongo).

Estábamos con hambre (¡y yo con mucha sed todavía!). Hemos entrado a un restaurante de aspecto normalillo, pero donde nos han dado muy bien de cenar. Esos cartílagos de pollo que aquí gustan tanto, unas salchichas, butifarra (sí, butifarra, aunque la llamasen chorizo), arroz, ensalada... variado y rico. Además, he probado la cerveza Sapporo, que era la que me faltaba. Es suavecita, bien para los calores (aunque cuando estás con el aire acondicionado te olvidas). Aunque sigo prefiriendo la Suntory.

Tras echar unas risas, hemos tomado casi el último tren hacia casa (23:20). Como era tarde, mami no viene a buscarnos, y nos hemos dado un paseíllo en el calor nocturno. En casa, con una pequeña ducha me he quitado lo azul para dejar de parecer un muerto viviente (el color del cuerpo parecía el de alguien muerto hace días, feo feo). Y fresquito, a dormir.

Siguen faltando las fotos, y sigue faltándome tiempo para esto (perder al menos 2 horas diarias en transporte pesa). Ya recuperaré el día atrasado. Gomennasai.

lunes, 14 de julio de 2008

Los lunes al cole

Tras acostarme un poco tarde ayer, hoy tocaba levantarse pronto, así que no puedo decir que estuviera en plena forma.

Pero me he despertado con unas voces peculiares. Ya os dije que la casa estaba a 10 metros del antiguo colegio de Kuni, ¿verdad? Pues bien, lo que me ha despertado han sido los saludos de los profesores a los alumnos que entraban. Decían "ohaiou gozaimasu" (creo), a viva voz y un montón de veces seguidas, como si hicieran el saludo personalizado a cada alumno.

Ha sido una forma de despertar curiosa, que francamente me ha hecho gracia.

Tras esto me he levantado y me he dado una ducha para espabilarme un poco. El desayuno ha sido abundante, con cosas que normalmente a estas horas de la mañana no suelo comer (de nuevo), pero me han entrado bien. Por ejemplo, tomate fresco, que a estas horas se me hace un pelín raro. La abuela me sugiere de todo para desayunar. Claro, yo no sé si lo hace porque desayunar esto aquí es normal, o simplemente por ofrecerme de todo. Así que no sé si decir que sí o no. Aunque bueno, no me quejo para nada, ha sido más que suficiente para aguantar toda la mañana.

Luego hay que volver a Kyoto. Thomas se nos ha retrasado un poco porque no le entraba el desayuno (sobre todo por cantidad). Así que nada, nos ha llevado la madre hasta la estación y de ahí hemos tomado el tren desde la estación de Hieizan-Sakamoto hasta la estación JR de Kyoto. De ahí teníamos que tomar un autobús más que ha tardado un rato en llegar. Mientras esperábamos, nos hemos juntado con otro estudiante de intercambio ya conocido, que venía a tomar el mismo autobús.

Entre retrasos varios, hemos llegado demasiado justo a clase, y al llegar nos dicen que la clase es en otra aula, y que vayamos allí. Pues hala, a otro edificio (menudo cambiazo). Nos ha costado un poco encontrar el aula, así que hemos llegado definitivamente tarde.

Por lo menos, Hiroshi "el otaku" estaba de buen humor, y no nos ha dicho nada. En cualquier caso, espero que mañana no nos pase lo mismo.

En clase, hemos preparado un speech para mañana, que el propio Hiroshi grabará para que lo tengamos como recuerdo para todos los compañeros de intercambio (los otros niveles también harán lo mismo).

Después de clase, a comer, donde siempre. Miho y Yuki estaban menos habladoras de lo habitual, tenían un examen a la tarde. ¡Espero que les haya salido bien!

A las 13h tocaba actividad planificada por los de la universidad. ¡Tour por Kyoto! Bueno, la primera visita ha sido al Palacio Imperial, al que sólo se puede entrar con permisos concedidos con mucha antelación. De todas formas, los edificios sólo se pueden ver por fuera. Antes de comernzar el paseo, hemos estado en una "sala de espera", donde nos han puesto un vídeo del palacio que estábamos a punto de visitar, añadiendo algunas indicaciones sobre no usar móviles y otras cosas. Al menos aquí podías hacer fotografías por todo el recorrido, aunque era difícil conseguir algunas sin gente.



Edificios semiescondidos entre árboles.


Personas arreglando el musgo. ¡Como en el templo de Ryooan-ji!


Esta habitación está abierta hacia el este, de donde se supone que venía el viento más fresco en verano. A falta de aire acondicionado, ¡había que refrescarse de alguna forma!


Si no recuerdo mal, esta zona era para las recepciones. Desde luego no les faltaría sitio.


Un ejemplo de las puertas que rodean al palacio. Están muy cuidadas todas, y brillan con motivos dorados.


Edificios como estos por doquier. La familia imperial hace tiempo que no vive aquí, pero lo cuidan todo de maravilla.

Una guía que hablaba en inglés nos ha estado explicando la función de cada edificio. Algunas eran estancias imperiales, otro contuvo en su momento un espejo que se considera uno de los tesoros más importantes de Japón. Nos han enseñado también el lugar de coronación del emperador.

Y aunque los edificios son muy bonitos, a mí casi siempre me llaman más la atención los jardines. Eran preciosos. Con toda la armonía y tranquilidad que transmiten los jardines japoneses. No por nada es un tópico lo de los jardines japoneses.
Antes de decir nada, mirad vosotros mismos:



No creo que haya mucho que comentar. La belleza no necesita ser explicada.

Durante toda la visita, hemos tenido vigilancia por parte de la guardia imperial, que se dedicaba a asegurarse de que nadie quedaba rezagado y sin control.

Tras la visita, hemos vuelto al autobús para ir a una empresa de tintes. Se ha puesto a llover un montón (bien, porque hacía un calor horroroso). Dentro del edificio daba igual que lloviese o no, gracias al omnipresente aire acondicionado.

La empresa en cuestión se dedicaba a dar color a un montón de cosas: desde ropa como kimonos, yukatas, camisas, corbatas a objetos de decoración.

De hecho, nosotros mismos hemos podido crear nuestro objeto de decoración. Teníamos opciones de dibujar flores o Kinkaku-ji (templo que visitamos el segundo día en Japón). Yo he elegido la opción del Kinkaku-ji.

El proceso no era complicado, una vez se tenían las plantillas hechas. Con cada plantilla, tenías que usar un color diferente. A mí no es que me haya salido muy bien, pero a Mariana le ha salido magnífico, uno de los que estaban ahí ayudándonos ha comentado que había dado una gradación muy conseguida.


Hay que atender a las explicaciones, aunque se entienda la mitad de la mitad.


¡Con la plantilla es más fácil! Pero eso de conseguir un graduado de color es más complicado.


Pero Mariana ha conseguido un graduado genial, ¡eres una artista!

Después de los trabajos manuales, hemos conocido el lugar donde trabajan los profesionales:



Ahí están, pintando sin parar unas telas largas.

Tras esto, hemos pasado un largo rato en la tienda. Con esto de Gion, la gente parecía interesada en comprar Yukatas, algo que yo ya hice el día anterior. Lo que sí me faltaban eran "geta", una especie de sandalias con base de madera. Aquí había unos muy majos, así que me los he comprado. Ya estoy listo para Gion Matsuri.

Tras esto, se ha dado por terminado el tour, y hemos vuelto a la universidad. Había dejado de llover, y la evaporación casi súbita del agua recién caida hacía que el ambiente fuera sofocante.

Tanto Thomas como yo estábamos cansados, así que hemos decidido ir a casa. Ya nos hemos aprendido los autobuses y trenes que hay que tomar, así que no hay ningún problema para ir o volver. Lo malo es que no eran 45 minutos, sino que son casi 75. Bueno, mañana habrá que levantarse antes.

Ya en casa, la abuela nos ha preparado una buena cena. Carne empanada al estilo de aquí, junto con una patata también empanada. Al lado, una salsa un pelín dulce. Un poco de ensalada con bonito y tomate con queso. Y como no, sopa de miso, arroz, y té para beber. Buena cena, ¿verdad?

Hemos estado comentando de todo un poco: qué tal el día, qué hemos visitado en Kyoto desde que estamos aquí, si hay cosas que queramos visitar todavía, cómo es nuestra familia etc. Aunque mi japonés sea pobre, la abuela entiende enseguida.

En la tele echaban un programa de competición de "diseño de aparatos para el lanzamiento de calabazas". Algo así como lanzapiedras de la edad media, sólo que para lanzar calabazas, cuanto más lejos mejor. Era muy curioso oír cómo doblaban los japoneses a los americanos que competían. Ponían voces que me hacían reír. A uno que tenía barba, le ponían una voz ronca y marcando mucho la r, por ejemplo. Aunque no diera la sensación de que hablase fuerte, ellos le doblaban como si se dejaran la garganta.
También echaban algo de anime en otra cadena, en concreto Detective Conan. Les ha hecho gracia que yo lo viera en euskera allí.

Y tras cenar, he estado escribiendo esto. Me voy a dormir en nada, que estoy cansadísimo.
Ya he subido las fotos del fin de semana. Espero que os gusten.

domingo, 13 de julio de 2008

Fin de semana en Japón 2

De nuevo, como hice el fin de semana pasado, aquí viene la entrada doble del fin de semana.

Sábado 12 de julio:

El día de hoy ha sido movido, evidentemente. A media mañana, hemos quedado en un aula en la que nos han explicado algunos apuntes más sobre la homestay. Nos han dado el dinero necesario para el transporte desde casa hasta la universidad.

A mí me han dado 5100 yenes para cinco días, a 1020 yenes al día. Unos 45 minutos de transporte. No está nada mal, teniendo en cuenta que a algunos les ha tocado viajar cada mañana casi 2 horas.


La espera se ha alargado un poco. Han sido momentos de tensión en un espacio reducido:




Tras esto, hemos subido al aula del piso superior, donde ya estaban esperando las familias (excepto la mía). De todas formas ya conozco a Kuni, así que no había que hacer ninguna presentación formal.

Han ido llamando a cada alumno y nombrando a la familia correspondiente. No se han quedado al final, enseguida se han ido. Así que ni siquiera hemos podido decir un "hasta el lunes". A mí me ha tocado quedarme un rato más...




¡Oh! Nos han abandonado, sólo quedamos Thomas y yo. ¿Cuándo viene Kuni? Thomas también está en la misma casa que yo, así que nos hemos ido los tres a Otsu, la ciudad frente al Lago Biwa, el más grande de Japón.


Ha sido una tortura llevar el maletón por los trenes y autobuses, pero al final hemos llegado a Otsu. Una ciudad del tamaño de San Sebastián (en cuanto a población), con el lago delante. ¡Parece un mar de lo grande que es!

Y lo mejor, es que sopla aire fresco constante desde el lago (de hecho, el final del lago está como a 10 km del mar, así que es como una extensión del mar, pero de agua dulce). Se agradece muchísimo, no es como Kyoto que se ha construido entre montañas. Es como una olla en la que no sopla ninguna racha de aire.

Nos ha recogido la madre a la salida de la estación de tren. Una mujer joven, y muy amable. Hemos ido enseguida a su casa, no estaba lejos de la estación. Esto es bueno a la hora de ir a clase, ¿verdad?

Bueno, una vez en casa, hemos dejado los trastos en nuestras respectivas habitaciones. Tenemos cada uno una para nosotros mismos. La mía es pequeñita, pero tiene como una especie de... tengo que preguntar qué es exactamente, pero sé que en la ceremonia del té le saludaban. Debe ser importante, así que mejor no tocar, o los fantasmas vendrán a por mí.

Después de ponerme ropa más fresca, hemos ido al supermercado de la zona. En realidad, era como unos grandes almacenes, con el supermercado en el piso inferior. Hemos comprado cosillas para cenar esta noche: cordero, salchichas, fruta, verdura y pescado para hacer ensalada etc. Muy variado. De vuelta en casa, hemos estado colaborando en alguna que otra cosa a la hora de preparar la cena.

La casa es bien grande, y con una mezcla curiosa de estilo occidental y japonés. Algunas habitaciones son auténticamente japonesas, mientras que otras, como por ejemplo el salón, son de estilo bastante occidental.

Yo por ejemplo estoy en una habitación de estilo japonés, con una mesa baja y puertas correderas a modo de pared. El suelo es de una especie de ¿tatami? hecho de lo que parece mimbre muy fino. Me ha tocado la habitación donde está la Wii, con el juego de Smash Bros. que tantas ganas tenía de probar.

Volviendo al resto de la casa: por supuesto, dejas tus zapatillas en la entrada, y te pones (o no) unas zapatillas de casa que nos han proporcionado muy amablemente.
El baño es de estilo japonés también, con su bañera cuadrada de madera, siendo ducha el resto, con banqueta, cepillo etc.

Al compañero Thomas le ha tocado una habitación más japonesa aún, pues tiene sus propios altares, además de las paredes corredizas etc.

Digamos que la casa está dividida en dos partes: la parte en la que estoy yo, que es donde parece que viven los hijos y tiene cocina, salón, baño... todo, vamos. Y luego está la casa en la que viven los padres. Esa no la he visto, así que no os puedo contar nada.

Entre ambas casas hay un pequeño jardín (3 metros de separación entre las dos casas). Está lleno de arbustos, y hay una de esas linternas de piedra que tanto se ven por aquí.

Volvamos a la actividad. He dicho que hemos estado ayudando un poquito con el montaje de la cena. Íbamos a cenar en la terraza del tejado, a modo de bienvenida de los estudiantes y también de despedida de la tía de Kuni, que se volvía a Australia el domingo.

Aquí refresca antes, aunque hay muchos más mosquitos. No molestan demasiado de todas formas. Hemos conocido a toda la familia en esa cena, excepto al padre que se ha presentado a media tarde y luego no lo hemos visto hasta el día siguiente.

En la cena hemos conocido a la abuela, que es muy maja: aunque sólo habla japonés enseguida se hace entender y es la mar de graciosa, pero muy atenta a la vez. Lo mismo puedo decir de la madre, aunque ella sí que sabe inglés. No lo usa apenas delante de nosotros (y hace bien para forzarnos un poquito en el tema del idioma).

Para terminar, Kuni ha invitado a una amiga para la cena, y así ya estamos todos juntos para cenar. Lo que he dicho antes, cordero a la plancha, ensalada con calamar y anchoas (estas últimas de Euskadi por cierto, mira hasta dónde llegan), salchichas, cachitos de fruta etc. Y de postre un tiramisú. Casi todo lo ha preparado Kuni mismo, que le encanta cocinar y lo hace francamente genial.

Tras la cena, hemos estado dándonos un paseo por la antigua escuela de secundaria de Kuni y su amiga, que está a 10 metros de su casa. ¡Nunca llegaría tarde! Bueno, aunque ya se sabe que en estos casos uno puede acabar relajándose y llegar tarde...

Después hemos vuelto a casa, donde hemos estado jugando como críos con bengalas. Hemos llenado toda la calle con humo, pero ha sido divertido: haciendo la de Harry Potter con su varita mágica, haciendo como que perseguíamos a los biandantes... lo que digo, como críos. No viene nada mal hacer estas cosas de vez en cuándo, ¿verdad?

Aún no hemos terminado el sábado. Estábamos cansados, así que nos metimos en casa, e intentamos solucionar el problema de la red wifi. Puede que mi tarjeta sea un poco antigua. Al final hemos decidido posponer la solución hasta el día siguiente. Parece que tengo un cable que llega a mi habitación así que no hay ningún problema.

Y para terminar, un ratito viciándonos al Smash Bros. de la Wii. Cambia respecto al de la Gamecube, pero vamos, no me ha costado cogerle el tranquillo y he podido ganar unas cuantas partidas. Eso sí, Kuni no quiso jugar, ¿sería porque nos podía dar una paliza?

Con esto ya se hizo un poquito tarde, así que ya dejamos el vicio y nos fuimos a dormir, que falta hacía.

El futón en el que duermo es un poco grueso para esta época del año. No sé si los habrá más finos para verano, pero no vendrían mal. De todas formas, con el aire acondicionado se está más a gusto. Eso sí, de noche mejor no dejarlo, no vaya a ser que me levante con la garganta fastidiada. Un rato antes de ir a dormir y listo.

Domingo 13 de julio:

La luz entra de lleno en la habitación, porque las puertas correderas son traslúcidas. Eso no me ha impedido dormir medianamente bien. Más bien ha sido el cambio de cama. Sabía que no iba a dormir perfectamente por eso de que al cambiar de cama se hace más difícil la primera vez, aunque no me quejo.

Lo primero, una ducha para despejarse. La abuela ya estaba levantada, y me ha explicado el funcionamiento de la ducha, además de decirme que podía usar los geles y champús varios. Al ser el baño todo él ducha (salvo la bañera), se hace raro ducharse ahí, porque te da la sensación de estar fuera de la ducha y que lo estás mojando todo.

Después, a desayunar. Ahí estaba el padre desayunando. Entre otras cosas, me ha sorprendido que tomara leche. No sé si es algo excepcional o no.

Por mi parte, he desayunado té, pan tostado con algo de miel encima, y luego ya cosas más diferentes: una tortilla, jamón y unas rodajas de lo que parecía pepino. Me ha entrado todo sorprendentemente bien, aunque no esté acostumbrado a esas cosas por la mañana. Kuni se ha levantado al poco de empezar a desayunar yo, y Thomas ha tardado bastante e incluso ha habido que despertarle.

Para empezar el día: un paseo por un pequeño santuario que hay no muy lejos a pie desde casa. El santuario del monte Hiei. De nuevo, es otro de esos lugares en los que parece mentira que estemos al lado de la ciudad (si bien Otsu es con diferencia mucho más tranquilo que Kyoto).



Kuni nos invita amablemente a entrar al santuario.





Y la entrada tiene, como no, un toori.


El entorno está rodeado de bosque y un riachuelo que pasa por ahí. El agua está muy limpia y fresca, y hemos estado andando un poco por el agua del río. No se aguantaba mucho rato, los pies acababan doliendo. El ambiente aquí es muy fresco, la temperatura es muy agradable, que unido a la tranquilidad del lugar hay que decir que se estaba muy a gusto.




Foto en el riachuelillo. Ambiente fresquito, una gozada.


Como en anteriores visitas a otros templos, los compañeros japoneses te piden que hagas sonar una especie de cascabel que hay frente a los altares de los templos. Aunque hasta ahora había rechazado la oferta, esta vez he dicho que sí. De alguna manera, se les notaba un deje de decepción cada vez que rechazaba la oferta.




Este sólo es un ejemplo de los edificios que podías encontrarte. En realidad, este estaba antes de la entrada, pero a mí me ha gustado especialmente. Los del interior he evitado fotografiarlos, había gente realizando actos religiosos. Como en otra ocasión, mejor no "quitarles el alma" por respeto.


El procedimiento es el siguiente: tras echar una moneda a una especie de cajón frente a ti, se hace oscilar la cuerda (gruesa cuerda) que hace sonar al cascabel unas pocas veces. A continuación se hacen dos reverencias (simples inclinaciones hacia el altar), y luego se chocan y se frotan entre sí las manos dos veces. Por último, una oración, con las manos juntas tras haberlas chocado y frotado por segunda vez.

Y por supuesto, está la fuente con los cazos para purificarse antes de entrar, que hemos utilizado también. Si habéis leído otras visitas a templos en este mismo blog, veréis de lo que hablo.
Tras esto, hemos ido andando tranquilamente fuera del parque. Poco antes de salir, nos hemos encontrado a la madre y a la tía de Kuni. Desconozco si la visita tenía carácter religioso o simple paseo.

Por cierto, ya he hablado de que los insectos aquí son grandes, ¿verdad? Tras dejar a los familiares de Kuni, hemos visto una especie de escarabajo enorme, del tipo rinoceronte (largos cuernos). Tienen mucha fuerza. Si los presionáis un poco por su espalda (tampoco os paséis, que al fin y al cabo es un insecto), veréis cómo responden haciendo una fuerza que sorprende para su tamaño.




¿Es este el escarabajo del que me hablabas, Kawai? ¡Era un tanque!


Siguiente plan: visita al lago Biwa. Resulta que es el lago de agua dulce más grande de Japón. De hecho, lo vemos desde casa de Kuni, y el aspecto es el de un mar. Se ven veleros, algún que otro yate... en el tren que hemos tomado hacia una zona del lago, hemos comentado que el lago tenía que ser realmente grande para que compensara comprar un barco.

Tras unos 25 minutos de tren, nos hemos tomado un taxi. La zona no es que estuviera muy a mano desde casa, pero estaba lejos de la ciudad principal, que tiende a ensuciar más el lago.
Lo curioso es que hemos tenido que pagar unos 300 yenes por poder usar la playita. La orilla era medio arena medio lodo, con piedras. Vamos, se notaba que al final sí que era un lago. Nos hemos dado un buen baño de agua dulce, ¡con muchas algas! Bromeaba con Kuni diciendo que parecía que nos bañábamos en sopa de miso.

¡Ah! ¡El agua está perfecta! Con lo fría que estaba el agua del riachuelo de la mañana, pensaba que estaría más frío, pero está que parece el Mediterráneo.

A Thomas, un chaval peculiar, no le gustan muchas cosas, entre otras, eso de bañarse. Así que para él no ha sido un buen lugar para pasar parte del día.

Tras el bañito, hemos alquilado una canoa de esas a remo. Nunca lo había probado, pero me ha gustado. Kuni se ha cansado un poco rápido, pero a mí me ha venido genial para hacer un poquito de ejercicio de brazos.

¡Hasta el fin del mundo en canoa!

Junto a nosotros, había una escuela de windsurf. Desde luego, era genial para principiantes, pues el viento era muy leve y el agua más tranquila que el más tranquilo de los días de mar. Aunque supongo que si querías progresar, este no era el sitio. Era curioso oír todo el rato el megáfono del instructor desde la orilla, dando indicaciones a los alumnos, algunos a más de 100 metros de la arena. ¡Vaya una forma de enseñar!

Desde la canoa hemos podido ver que al menos en la zona en la que estábamos, había auténticos bosques de algas.

Hemos estado una hora yendo aquí y allí con la canoa. Luego hemos vuelto ya a la orilla para prepararnos y volver a casa a darnos una ducha.

En el camino, hemos llamado a Yuri para ver si hacían algún plan esta tarde en Kyoto. Me he quedado sin saldo así de forma inesperada (¿¿¿3000 yenes gastados en 10 días???). Por lo menos tenía los SMS ilimitados y pagados hasta final de mes, así que eso he podido usarlo. Y con el móvil de Kuni también hemos podido llamar. Según me ha explicado Alejandro luego, parece que tanto el que llama como el que recibe pagan. Eso es un golpe bajo por parte de las empresas de telecomunicaciones.

En casa, una duchita rápida y a Kyoto. Había decidido comprar una Yukata (podría decirse que es como un Kimono barato) para el día del Festival de Gion del próximo día 17. Sé además que mi madre estaba interesada en conseguir algo de esto. Pues bien, ya lo tengo y espero que le guste.

Nos hemos juntado nosotros tres con Yuri, Alejandro y Miho, que llevaban dando vueltas por Kyoto desde la mañana. El ambiente festivo es ya notable. Algunas carrozas (estáticas) estaban llenas de gente tocando unos instrumentos de percusión. Muchos puestos vendiendo ropas y artículos de la fiesta, con un montón de chicas intentando reclamar la atención de los posibles clientes. La acumulación de gente era ya muy considerable, andábamos muy despacio.


Una de las carrozas donde tocaban estos instrumentos de percusión. ¡En medio de la carretera! Entorpecen mucho el tráfico...
Nos hemos acercado a la calle de siempre (Kawaramachi) para comprar lo que os he dicho. Para mí una de color oscuro, que espero que quede elegante. Para las mujeres eran casi todos de colores llamativos, muy bonitos también. Durante la compra, se nos ha unido Mariana, la única a la que parece que la familia le ha dejado irse por ahí.

Después de esto, hemos seguido paseando y en un momento concreto... ¡nos han arrestado y nos han metido en la cárcel!

¡Es broma! Lo que pasa es que a una de las chicas japonesas les gustaba un restaurante un tanto curioso. La temática era la de una especie de cárcel-manicomio-casa del terror. A la entrada, tenías que pasar por un pasillo en el que te daban un susto con una especie de zombi atado en una vitrina. Y para entrar al restaurante en sí, tenías que poner la mano bajo una guillotina. A la entrada, la "camarera", me ha puesto las esposas y me ha llevado junto a todos los demás a una celda, donde se supone que íbamos a cenar.

Siento que no se vea nada, lo de siempre, no hay flash. Se supone que es una celda con puerta de rejas y todo.



Hemos cenado francamente bien, pero el primer plato que han pedido Miho y Yuri no ha sido de mi agrado. El sabor era rico, pero no podía con la textura. Eran cartílagos de pollo, un tanto desagradable para masticar. El resto ha estado muy bien, cosas más tipicas: okonomiyaki, salchicha, pizza, ensalada...

En cierto momento, los del restaurante han empezado un show terrorífico de esos, con gritos aquí y allá, en oscuridad salvo las luces violetas que a veces hay en los bares, muertos vivientes que se acercaban a tu mesa a darte un mordisco, momias con vendajes ensangrentados a cortarte en pedazos... Miho parecía asustada, aunque no estoy seguro. Creo que sólo se divertía haciéndose la asustada. En fin, para los demás ha sido muy divertido.

Después, Kuni ha tenido el detalle de llevar a Thomas a un British Pub, para que se sintiera como en casa. Hemos estado tomado una caña muy a gusto. Aunque daban el Tour de Francia en vez de fútbol. Thomas se quejaba precisamente de eso, que en ningún pub verás otra cosa que no sea fútbol, aunque sean amistosos.

Tomando un algo en el pub. Que se nos hace tardeeeee.

Por cierto, la Guinnes aquí me ha sabido diferente, además de que la clavada ha sido considerable. 650 yenes por ¾ de pinta.

Después de eso, estábamos que nos caíamos, así que había que volver a casa. Nos hemos despedido de Alejandro que se va a Tokyo, desde aquí le deseo buen viaje y una buena estancia allá.

Y tras un viaje en tren hasta casa, aquí estoy. Mañana toca volver a las clases, y a la tarde visita al Palacio Imperial. ¡Era una de las visitas pendientes!

Las fotos os pido que esperéis hasta mañana, hoy ya es muy tarde aquí. Mis disculpas.