Miércoles 16 de julio:
Como casi cada día, tocaba profundizar un poco en el tema del idioma. La clase del miércoles ha corrido a cargo de la profesora Aoyama. Como ella misma ha explicado, su nombre es muy bonito, pues significa montaña azul.
Había varios temas principales a comentar en la clase. Como nos pidió el profesor Uchida el día anterior, hemos traído unas fotos de la familia para hablar sobre ella. Las experiencias que hemos tenido con ellos, a dónde nos han llevado, qué hemos comido y esas cosas. Ha habido diferencias notables, algunos tienen a los padres más tiempo en casa, les han sacado por ahí en familia a ver Gion... todos se esfuerzan por hacer que los estudiantes se sientan a gusto.
Tras la clase, a comer en libre, como siempre. No nos hemos entretenido mucho, porque teníamos actividad especial: ¡caligrafía! En un aula, el profesor Sawada nos ha estado explicando los tipos de Kanji existentes. ¡Y yo que ya tenía más que suficiente con una sola forma de escribir y entender los Kanji! Al menos, es muy raro ver otros que los estándar, pero ya he visto alguno que otro que no se corresponde con el estilo más usado. Esto puede añadir más dificultad, si cabe, al estudio de los Kanji.
¿Y de qué ha tratado la clase de caligrafía? Básicamente, de hacer borrones, porque nuestro nivel deja mucho que desear. Nos han proporcionado un kit con pinceles de diferentes grosores, tinta y una buena cantidad de papel para practicar.
El objetivo final era el de pintar los Kanji de elección sobre un abanico, que nos lo quedaríamos como regalo. Tras mucho practicar con dos Kanji y ver que no había manera de sacar algo decente, se me ha echado el tiempo encima. He tenido que arriesgar a ver qué sale.
Los Kanji que había elegido son muy simples. Es como un manual de instrucciones. El Kanji de mover y el de viento. Algo así como que si mueves el abanico obtienes el viento. Menuda chorrada, ¿verdad? Alguno ha hecho un dibujo y todo, ¡son unos hachas! Otros han optado por Kanjis como el de la tortuga, que seguro que a los forofos de Dragon Ball les suena. Y un largo etcétera. La tinta no es fácil de quitar... y en una de estas, ya recogiendo, a uno se le ha caído la tinta y ha manchado una mochila... ¡la de Leyre! Se me ha ocurrido pedirle al profesor a ver si podía arreglarlo pintando más sobre la mochila, alguna combinación de Kanjis que pudiera dar la apariencia de que no es manchurrón sino que venía de fábrica.
El profesor ha estado varios minutos pensando y haciendo como que dibujaba sobre la mochila. Al intentarlo de verdad, ha visto que era un poco difícil por la rugosidad del tejido de la mochila. Aunque en fin, ha quedado algo decente, la verdad es que estaba muy difícil de recuperar.
Salgamos de la universidad. ¡Hoy es la víspera del Festival de Gion! De nuevo, calles cortadas, y mucha (mucha, MUCHA) gente. Parte de la calle Shijo cerrada al tráfico, así como muchas otras calles de alrededor.
El ambiente es muy alegre. Todo el mundo se abre paso a través de la enorme masa de gente, en busca de algún puesto de comida, jugar en alguna tómbola (vaya timos), comprar algún recuerdo, subirse a las carrozas que desfilarán en el día siguiente... ¡hay mucho que hacer! En realidad, no es muy diferente a las fiestas de ciudades en las que mucha gente se acerca por el ambiente. Pero como lo que encuentra uno por aquí es diferente es muy divertido.
En una de estas, nos hemos acercado al restaurante en el que está trabajando Yuri. ¡No sabía que era un restaurante de comida española! Tenían vinos y jamón. ¡Cómo aprovechaban el jamón! Había una pata terminada... ¡pero era poco más que un hueso! Ya me figuraba lo que me diría Yuri: que era caro. Eso ya lo sé yo. No probé ni el jamón ni el vino. Un plato de unas cuantas lonchas (cortadas en directo por manos japonesas, y con buen resultado, hay que decir) eran 500 yenes, lo mismo que la copa de vino. Así que mejor abstenerse.
Muy cerca del restaurante estaba una de las carrozas. A Kuni le hacía ilusión que subiéramos arriba. Había que pagar entrada, pero él nos ha invitado a Thomas y a mí. Lo malo era la cola que había. Habremos estado más de 20 minutos. Una vez pudimos subir, vimos cómo era. Dentro de la carroza no había demasiado espacio... ¡al día siguiente habrá un montón de gente aquí arriba tocando su musiquilla! Estarán bastante apretados, esperemos que les vaya bien.
Abajo estaban los demás hartos de esperar (tanto a nosotros como a Miho, que se acoplaba ahora). De aquí... ¿dónde nos vamos? Acabamos de tomarnos una ración de takoyaki (esta vez no me quemé la boca, voy aprendiendo), pero hay ganas de cenar más. Nos fuimos a un restaurante en el que había un poco de todo. Cenamos en familia, muy a gusto.
Y de postre, un "macha furotto". Es un granizado de té verde con helado arriba. Un pelín caro, pero rico rico.
Ya es hora de volver a casa, mañana toca el Festival de Gion, con el desfile de carrozas. Nos dan el día libre, por supuesto. ¡Hay que disfrutarlo!
jueves, 17 de julio de 2008
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5 comentarios:
Hola "cansaíto":
Pues nada nada. A descansar y disfrutar del viaje, que todo no va a ser tomar notas como un aprendiz de "tribulete" y pasarnos a los "escuchas" nuestra crónica diaria.
Hasta la próxima.
Chema
Hola,
Que tal tienes el pie?
La verdad es que suponemos que tienes que estar totalmente rendido:cambio de horario,clima,todo nuevo por conocer...
Cuidate y cuando estes mas descansado nos vuelves a contar algo mas.Ganbatte!!
Kawai
El pie está un poco fastidiado, pero en un par de días se me recupera. Entre el geta y el kendo se me reabrió una vieja lesión, pero ha merecido la pena.
Bueno, me voy a clase.
Hola Xabi!!!
Espero qeu veas este comentario! suena super bueno eso del helado de te verde!! hmmm
creo que me voy a apubntar otra vez a Aikido o a Kyudo (si aunque no lo creas existe el kyudo en pamplona) jajaj
A la vuelkta nos vemos!!!
Sí, el helado de té verde es muy rico.
Y también me han dicho eso de Kyudo en Pamplona, parece mentira.
Bueno, ahora salgo para el Fuji. A ver qué tal se me da.
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